Cada vez que pasa un Mundial de Fútbol no vemos las horas de que llegue el próximo. Esperamos 1460 días por esos 30 en que no nos importa más que ver a las selecciones participantes, en especial a nuestra Argentina, disputarse la nada menos gloriosa posibilidad de ser los mejores del mundo por esos cuatro años.
Esperamos 36 años para que la Albiceleste vuelva a levantar la preciada Copa. En México lo hizo el mejor del Mundo de esa época: Diego Armando «D10S» Maradona. Y ahora en Qatar lo hizo el mejor de ésta época: Lionel Andrés Messi.
Todos coincidimos que el partido debería haberse definido en los 90 minutos, donde durante 80 Argentina le daba el «baile» de su vida a Francia. Pero se fue a los penales y de hizo justicia.
Un poco larga la introducción para ir al punto. Bueno, durante esos 30 días y luego en los festejos en los distintos puntos del país, en los paseos o monumentos públicos más importantes, como la Plaza Independencia acá en Tucumán o en el Obelisco en Buenos Aires todos fuimos hermanos. Luego fueron 5 millones los que acompañaron la caravana de la Selección. Hasta allí todo lindo. Un país unido detrás de nuestros colores. No importaban más que la Selección. Hinchas de San Martín- Atlético, Boca-River, San Lorenzo-Huracán, Independiente- Racing, Newells-Rosario Central, Belgrano-Talleres-Instituto se fundían en abrazos eternos y lloraban de alegría. Las grietas políticas pasaron a otro plano también. Todo era paz, alegría y hermandad. La locura por lo conseguido por la «Scaloneta» seguía a flor de piel. Pero sólo fue hasta ayer. Pero ¿por qué? Porque todo volvió a la normalidad. ¿Y cómo es eso? Pues esos abrazos de fraternidad acabaron en el primer partido en donde dos grandes del fútbol argentino se cruzaron: Boca – Independiente. Fue por el triangular internacional que se está jugando en San Juan. En pleno partido, ambas hinchadas comenzaron a agredirse a pesar de estar separados por rejas (a muy poca distancia sin un pulmón en el medio) y sin policías (que luego acudió al lugar). Esto fue a los 30 minutos del segundo tiempo. Quizás los organizadores habrán pensado que seguíamos en la fiebre de la estamapa de la «Tercera Estrella» y que todo era paz y amor. Pero estamos en Argentina, donde se vive el fútbol como en ninguna otra parte del mundo, pero también donde no sabemos convivir con el cuadro contrario. Fueron muy ilusos para pensar que la obtención de la Copa del Mundo iba a traer vientos de cambio. Pero a las claras está que no sirvió de nada y que todo volvió a la normalidad…mejor dicho, a la anormalidad.
Foto extraída de ole.com.ar